EL EPISODIO DEL LEÓN
El cantar tercero, que narra la afrenta del robredal de Corpes y la posterior rehabilitación
de la honra, se centra, de alguna manera, en el descrédito de los infantes, que dan
repetidas muestras de cobardía. Empieza este cantar con el conocido «episodio del
león»: el Cid duerme rodeado de sus vasallos cuando escapa un león de su jaula; en ese
momento todos los hombres del Campeador rodean el escaño en el que reposa el Cid,
pero los infantes, también presentes, huyen despavoridos a buscar escondite; los
infantes se ponen en evidencia ante todos los presentes.
CANTAR III
LA AFRENTA DE CORPES
En Valencia estaba el Cid y los que con él son;
con él están sus yernos, los infantes de Carrión.
Echado en un escaño, dormía el Campeador,
cuando algo inesperado de pronto sucedió:
salió de la jaula y desatóse el león.
Por toda la corte un gran miedo corrió;
embrazan sus mantos los del Campeador
y cercan el escaño protegiendo a su señor.
Fernando González, infante de Carrión,
no halló dónde ocultarse, escondite no vio;
al fin, bajo el escaño, temblando, se metió.
Diego González por la puerta salió,
diciendo a grandes voces: «¡No veré Carrión!»
Tras la viga de un lagar se metió con gran pavor;
la túnica y el manto todo sucios los sacó.
En esto despertó el que en buen hora nació;
a sus buenos varones cercando el escaño vio:
«¿Qué es esto, caballeros? ¿ Qué es lo que queréis vos?»
«¡Ay, señor honrado, un susto nos dio el león».
Mío Cid se ha incorporado, en pie se levantó,
el manto trae al cuello, se fue para el león;
el león, al ver al Cid, tanto se atemorizó
que, bajando la cabeza, ante mío Cid se humilló.
Mío Cid don Rodrigo del cuello lo cogió,
lo lleva por la melena, en su jaula lo metió.
Maravillados están todos lo que con él son;
lleno de asombro, al palacio todo el mundo se tornó.
Mío Cid por sus yernos preguntó y no los halló;
aunque los está llamando, ninguno le respondió.
Cuando los encontraron pálidos venían los dos;
del miedo de los Infantes todo el mundo se burló.
Prohibió aquellas burlas mío Cid el Campeador.
Quedaron avergonzados los infantes de Carrión.
¡Grandemente les pesa esto que les sucedió!
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TEXTO DEL POEMA DE MÍO CID-PREPARACIÓN DE LA LUCHA
Preparación de la lucha: los del Cid piden el amparo del
rey. Señalamiento de campo y jueces.
Las tres semanas de plazo
cumplieron a la sazón.
A su tiempo ya llegaron
los tres del Campeador.
Quieren cumplir el mandato que les dejó su señor.
Están allí protegidos
por Alfonso el de León.
Por dos días esperaron a infantes de Carrión.
Vienen muy bien preparados
de caballo y guarnición;
Con los dos van sus parientes con una mala intención
Que si solos encontrasen a los del Campeador,
Los matarán en el campo,
por deshonrar su señor.
El suyo era mal propósito,
que nadie a cabo llevó
Porque tuvieron gran miedo de Alfonso, Rey de León.
De noche velan las armas
y rezan al Creador.
Ya se ha pasado la noche,
ya quiebra el primer albor.
Muchos buenos ricos hombres
júntanse en esta ocasión;
Acuden a ver la lid
por su gusto y afición.
Además por sobre todos
allí está el Rey de León
Para cumplir el derecho,
y que no haya sin razón.
Ya preparaban sus armas
los del buen Campeador;
Todos tres están de acuerdo, pues
son todos de un señor.
En otro lugar se armaban
los infantes de Carrión;
Aquel conde Garci Ordóñez
su consejo allí les dio.
Plantearon allí un pleito;
dijéronlo al Rey de León:
Que con aquellas espadas,
la Colada y la Tizón,
No combatiesen con ellas
los del Cid Campeador;
Que mucho se arrepentían
de haber devuelto las dos.
TEXTO DE EL POEMA DE MÍO CID-CANTAR DE LAS BODAS
CANTAR DE LAS BODAS DE LAS HIJAS DEL CID
El Cid envía otra
embajada al rey Alfonso para darle noticia de la victoria sobre Yusuf
Ordenó a Pedro Bermúdez que fuese con él Minaya.
Otro día de mañana
presto los dos ya cabalgan;
Con ellos doscientos hombres que de séquito llevaban:
<<Saludos llevan del Cid, y que al rey besen las manos.
En la lucha el Cid venció a los moros en batalla;
Doscientos son los caballos de la ofrenda presentada.>>
-
Y siempre le serviré en tanto me aliente el alma.
Salidos son de Valencia y se disponen a andar.
Tales ganancias conducen que bien las han de guardar.
Andan de día y de noche, ningún descanso se dan.
Las sierras que tierra parte, también las han pasado ya,
Y por el rey don Alfonso comienzan a preguntar.
Atravesando las sierras
los montes y ríos pasan.
Llegan a Valladolid
donde el rey Alfonso estaba.
Sus avisos le enviaron Bermúdez y el buen Minaya
Que quisiese recibir
al grupo que se acercaba:
<<El Cid, el que está en Valencia, grandes presentes le manda.>>
TEXTO DEL POEMA DE MÍO CID-LA AFRENTA DE CORPES
CANTAR III
LA AFRENTA DE CORPES
En Valencia estaba el Cid y los
que con él son;
con él están sus yernos, los
infantes de Carrión.
Echado en un escaño, dormía el
Campeador,
cuando algo inesperado de pronto
sucedió:
salió de la jaula y desatóse el
león.
Por toda la corte un gran miedo
corrió;
embrazan sus mantos los del
Campeador
y cercan el escaño protegiendo a
su señor.
Fernando González, infante de
Carrión,
no halló dónde ocultarse,
escondite no vio;
al fin, bajo el escaño,
temblando, se metió.
Diego González por la puerta
salió,
diciendo a grandes voces: «¡No
veré Carrión!»
Tras la viga de un lagar se metió
con gran pavor;
la túnica y el manto todo sucios
los sacó.
En esto despertó el que en buen
hora nació;
a sus buenos varones cercando el
escaño vio:
«¿Qué es esto, caballeros? ¿ Qué
es lo que queréis vos?»
«¡Ay, señor honrado, un susto nos
dio el león».
Mío Cid se ha incorporado, en pie
se levantó,
el manto trae al cuello, se fue
para el león;
el león, al ver al Cid, tanto se
atemorizó
que, bajando la cabeza, ante mío
Cid se humilló.
Mío Cid don Rodrigo del cuello lo
cogió,
lo lleva por la melena, en su
jaula lo metió.
Maravillados están todos lo que
con él son;
lleno de asombro, al palacio todo
el mundo se tornó.
Mío Cid por sus yernos preguntó y
no los halló;
aunque los está llamando, ninguno
le respondió.
Cuando los encontraron pálidos
venían los dos;
del miedo de los Infantes todo el
mundo se burló.
Prohibió aquellas burlas mío Cid
el Campeador.
Quedaron avergonzados los
infantes de Carrión.
¡Grandemente les pesa esto que les sucedió!
Se ponen los
escudos ante sus corazones. (v.715)
y bajan las
lanzas envueltas en pendones.
inclinan las
caras encima de los arzones,
y cabalgan a
herirlos con fuertes corazones.
A grandes voces
grita el que en buena hora nació:
-"¡Heridlos,
caballeros, por amor del Creador!
¡Yo soy Ruiz
Díaz, el Cid, de Vivar Campeador!" (...)
Allí vierais
tantas lanzas hundirse y alzar,
tantas adargas
hundir y traspasar,
tanta loriga
abollar y desmallar,
tantos pendones
blancos, de roja sangre brillar,
tantos buenos
caballos sin sus dueños andar.
Gritan los
moros: "¡Mahoma!"; "¡Santiago!", la cristiandad.(...)
A Minaya Alvar
Fáñez matáronle el caballo,
pero bien le
socorren mesnadas de cristianos.
Tiene rota la lanza,
mete a la espada mano,
y, aunque a
pie, buenos golpes va dando.
Violo mio Cid
Ruy Díaz el Castellano,
se fijó en un
visir que iba en buen caballo,
y dándole un
mandoble, con su potente brazo,
partióle por la
cintura, y en dos cayó al campo.
A Minaya Alvar
Fáñez le entregó aquel caballo:
-"Cabalgad, Minaya: vos sois mi diestro brazo".
(...)
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