DON JUAN MANUEL: EL
CONDE LUCANOR
Lo que sucedió a una
mujer llamada doña Truhana
Otra vez habló el conde Lucanor a
Patronio, su consejero, del siguiente modo:
-Patronio, un hombre me ha
aconsejado que haga una cosa, y aun me ha dicho como podría hacerla, y os
aseguro que es tan ventajosa que, si Dios quisiera que saliera como él lo dijo,
me convendría mucho, pues los beneficios se encadenan unos con otros de tal
manera que al fin son muy grandes.
Entonces refirió a Patronio en
qué consistía. Cuando hubo terminado, respondió Patronio:
-Señor conde Lucanor, siempre oí
decir que era prudente atenerse a la realidad y no a lo que imaginamos, pues
muchas veces sucede a los que confían en su imaginación lo mismo que sucedió a
doña Truhana.
El conde le preguntó qué le había
sucedido.
-Señor
conde-dijo Patronio-, hubo una mujer llamada doña Truhana, más pobre que rica,
que un día iba al mercado llevando sobre su cabeza una olla de miel. Yendo por
el camino empezó a pensar que vendería aquella olla de miel y que compraría con
el dinero una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego,
en que vendería las gallinas compraría ovejas, y así fue comprando con las
ganancias hasta que se vio más rica que ninguna de sus vecinas. Luego pensó que
con aquella riqueza que pensaba tener casaría a sus hijos e iría acompañada por
la calle de yernos y nueras, oyendo a las gentes celebrar su buena ventura, que
la había traído a tanta prosperidad desde la pobreza en que antes vivía.
Pensando en esto se empezó a reír con la alegría que le bullía en el cuerpo, y,
al reírse, se dio con la mano un golpe en la frente, con lo que cayó la olla en
tierra y se partió en pedazos. Cuando vio la olla rota, empezó a lamentarse
como si hubiera perdido lo que pensaba haber logrado si no se rompiera. De modo
que, por poner su confianza en lo que imaginaba, no logró nada de lo que
quería.
Vos, señor
conde Lucanor, si queréis que las cosas que os dicen y las qye pensáis sean un
día realidad, fijaos bien en que sean posibles y no fantásticas, dudosas y
vanas, y si quisiereis intentar algo, guardaos muy bien de aventurar nada que
estiméis por la incierta esperanza de un galardón de que no estéis seguro.
Al conde
agradó mucho lo que dijo Patronio, hízolo así y le salió muy bien. Y como don Juan
gustó de este ejemplo, lo mandó poner en este libro y escribió estos versos:
En
las cosas ciertas confiad
Y
las fantásticas evitad.
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